Hoy os presentamos una historia de Idries Shah llamada “El león que vio su rostro en el agua” para entender cómo se consigue superar el miedo. La historia refleja el temido primer paso a la hora de enfrentarse a una situación concreta provocando un desbordamiento de diferentes emociones desagradables como miedo, inseguridad, inferioridad, etc. Puede llegar a bloquearnos o incluso a hacer que evitemos y escapemos de ella, hasta el punto de perdernos los beneficios que podamos obtener y lo más importante, sentirnos capaces.
Esta bonita moraleja, refleja cómo se puede superar el miedo cambiando la perspectiva desde donde veamos el problema a raíz de haberlo afrontado con los recursos que se dispongan en ese momento y dejando más a un lado esa vocecita que nos anima a estar lejos.
La historia es esta:
Érase una vez un león que vivía en un desierto. Allí soplaba mucho el viento y por ello, el agua de las charcas en las que habitualmente bebían todos los animales no se quedaba nunca quieta. Las potentes ráfagas rizaban la superficie de las charcas y nunca se reflejaba nada en ellas.
Un día el león se adentró en el bosque, donde solía cazar y en sus tiempos libres jugar, hasta que se sintió algo cansado y sediento. Buscando agua, llegó a una charca que contenía el líquido más fresco, tentador y apacible que nadie nunca haya podido imaginar.
De modo que el león se acercó a la charca, alargó el cuello e intentó beber un buen trago. De repente, vio su propio reflejo y se asustó, al pensar que se trataba de otro león que estaba frente a él.
“Este agua debe pertenecer a otro león, mejor me voy de aquí, con mucho cuidado”, pensó el animal. Retrocedió, pero entonces la sed lo hizo volver de nuevo a la charca. Otra vez vio la cabeza de un temible león con una gran melena que le devolvía la mirada desde la superficie del agua.
El león de esta historia se agazapó a la espera del momento oportuno para ahuyentar al “otro león”. Como estaba acostumbrado hacer para marcar territorio o demostrar que se encontraba en un lugar, abrió sus fauces y dio un terrible rugido. Pero tan pronto como enseñó sus dientes, por supuesto, la boca del “otro león” también se abrió; y a nuestro león esto le pareció una horrible y peligrosa visión.
Una y otra vez el león se apartaba, pero luego tomaba coraje, volvía a la charca y tenía la misma experiencia. Después de un largo rato, sin embargo, estaba tan sediento y desesperado que se decidió: “¡Con otro león o sin otro león, beberé igual de esa charca!”. Tan pronto como el león hundió su rostro en el agua… ¡el “otro león” desapareció!”
Idries Shah