Siempre, los padres han tenido la necesidad y la tarea de dar protección y seguridad a sus hijos. Educando para que en un futuro sean personas de éxito, pudiendo resolver problemas, desarrollar una labor y poder establecer relaciones.
En el gran viaje de la educación, se busca el objetivo de ayudar a adquirir y potenciar habilidades en los hijos, que le ayuden a corto y a largo plazo a poder manejar situaciones en su día a día. Durante este recorrido nos surgen dudas como: “¿hasta dónde puedo ayudarlo?” “¿lo estoy haciendo demasiado dependiente?” “si lo ayudo en todo ¿nunca podrá valerse por sí mismo?”
Desde Aletea, queremos ayudaros a resolver estas dudas a través de 5 pasos a seguir en nuestro día a día.
1-Aprender, pasando tiempo en familia. Desde que nos levantamos, hasta que nos acostamos, tenemos un gran enemigo, que es el reloj. El ritmo que podemos llevar, es rápido y sin tiempo para tomarnos un respiro. Es importante ser conscientes de ésto, para enseñarle a nuestro cerebro, cuando necesitamos correr y cuando sí nos podemos tomar una pausa y centrarla para compartir tiempo y espacio en familia, ya que, durante los primeros años de vida, se establece una relación íntima con las personas que nos proporcionan cariño y bienestar. Las relaciones familiares son esenciales para los bebés y niños, pero también para adolescentes, jóvenes y adultos. Nuestro día a día viene, muchas veces, determinado por el ritmo frenético que llevamos, provocando que perdamos oportunidades para establecer un vínculo basado en protección y tranquilidad dentro de la familia a través de pasar tiempo juntos.
2-Enseñarle a autorregularse a través de la observación. La capacidad de pasar de un estado de ánimo percibido como desagradable, en una intensidad elevada, a un estado de calma, es importante para dar respuesta a las demandas que nos puedan llegar. Esta habilidad se adquiere desde la etapa infantil a la edad adulta. Cuando se producen ciertas situaciones límite, es importante, como padres o profesores, no actuar de espejo del estado de ánimo del niño, es decir, no dejarse contagiar por su emoción, manteniendo un estado tranquilo, dándole las pautas y las correcciones desde el respeto y la calma. De esta forma el niño aprenderá a través del modelado a regularse.
3- Permanecer a su lado en la pataleta. En la etapa infantil, entorno a los dos años, aparecen las “pataletas”, las cuales generan un gran abanico de emociones y sentimientos en los padres. Hay varios tipos de pataletas. Podemos resaltar dos tipos, las que están centradas en expresar su cansancio y fatiga que puedan tener los niños y las que se manifiestan por una baja tolerancia a la frustración e indignación. En ambos casos, son estrategias que utilizan los niños para reinvindicar y expresar su opinión. Es importante ayudarles a entender que ésta es tan importante como la de los demás, que los vamos a escuchar y vamos a estar a su lado mientras lo necesiten. Si mientras el niño expresa su enfado, nosotros le decimos “mientras llores y grites, mamá no te va a prestar atención” el niño aprenderá a que enfadarse está mal, en cambio si le ayudamos a identificar su emoción y la causa que la ha provocado, y le mostramos que a pesar de su conducta estaremos disponibles para ayudarles a autorregularse “veo que estás enfadado, porque no te puedes comer ahora los gusanitos, entiendo que te enfades y mamá estará aquí para lo que necesites” estaremos potenciando su autoestima y enseñándole a cómo expresar su opinión.
4- Validar sus estados de ánimo. Todas las emociones son útiles, nos ayudan a respetar y que respeten nuestro espacio vital. Las emociones no debemos diferenciarlas en negativas o positivas, ya que pueden confundir, haciendo pensar que hay emociones buenas y malas. Si podemos diferenciarlas en agradables (alegría, deseo, orgullo..) y desagradables (tristeza, enfado, ira, celos….) pero todas igual de importantes. Muchas veces nos ha coincidido escuchar frases como “que feo te pones cuando lloras”, “si te enfadas mamá se va”. A través de este tipo de comentarios y acompañado de lenguaje corporal de rechazo al estado emocional, no estamos validándolo, provocándole ciertas estrategias de evitación en un futuro, basadas en una baja autoestima e inseguridad. La forma más saludable, para formar a personas seguras y asertivas, es ayudarle a identificar esas emociones y utilizar, por parte del adulto, la empatía, es decir, sintonizar con esa emoción, viendo la causa de porqué la está manifestando ” cariño, entiendo que te enfades, tú también quieres la pelota y no te la dejan”
5-Enseñarle a buscar soluciones a través del la capacidad de razonar y pensar. Desde que el bebé empieza a gatear podemos potenciar esta habilidad, ayudándole a que explore el espacio y se esfuerce en conseguir sus objetivos. A lo largo de su desarrollo, los padres y profesores que estamos en contacto con los niños, tenemos una labor, que va a ser primordial en su sentimiento de seguridad, que consiste en potenciar su pensamiento lógico, a través de reforzar su comunicación y su capacidad de afrontarse a los problemas. Por ejemplo si tenemos un hijo en educación infantil y lo animamos a expresar lo que necesita, en vez de actuar impulsivamente, se sentirá más seguro. Al principio de este entrenamiento, debemos brindarles las ayudas que necesiten y poco a poco y ir reduciendo estos apoyos, hasta que se sientan con suficientes estrategias para afrontar las situaciones por ellos mismos. Este recorrido de aprendizaje sigue desarrollándose durante los años de colegio, de adolescencia y en la edad adulta. Pero, para llevar a cabo este 5º paso, es necesario disponer de tiempo, para interactuar con ellos y no darles la solución directamente.